jueves, 30 de octubre de 2008

De barrios y barriadas, arrabales y ensanches…

Si los barrios se organizan como lo ha hecho el chino de la Duarte,
corren el riesgo de ser intervenidos por la nueva ciencia urbanística de los predestinados prohibitivos que ven en los parqueos un elemento de arrabalización que atenta contra la sana imagen del adoquinado y la desertificación de las calles.

Ya no hay posibilidad de saber que hubiera ocurrido si los que se organizaran así o parecido, hubieran sido los árabes de la Mella y se aparece una frustración andante (lo ha confesado) con intención de prohibir estacionarse frente a los comercios. En la Mella estuvo Prota y Frankenberg, además de otras tiendas de "apellidos", (que hoy son políticos y empresarios de gran influencia social).

Si los haitianos fueran un poco mas unidos y creativos, e hicieran de su arrabalizado enclave, en la zona donde accionan en mayor cantidad, un lugar menos tugurizado e insalubre, podrían convertir su barrio, sino ya tanto en uno de interés turístico, por lo menos antropológico. La artesanía y el arte, la comida, la música y la historia haitiana se puede y se debe mostrar, vender, comercializarse y exponerse. Solo se necesita disposición y organización. Recursos tienen y mueven, multimillonarios incluso. Influencias políticas también, que nadie lo dude. Ahí está la historia. Sin ellos no existiéramos. Esta flamante República Dominicana, ingenuamente independiente, fue posible porque Haití estuvo por 24 años en esta parte de la isla y motivó a Duarte y sus trinitarios.

Pero luego vinieron (o nunca se han ido) para cortar la caña en tiempos de la dictadura larga de 31 años, en condiciones infrahumanas, como bestias. Para ellos reinventaron los bateyes. El hacinamiento ha sido su hábitat y así viven, trabajan, aman, pelean, juegan y sueñan entre la avenida Mella (al sur), la Emilio Prudhomme (al oeste) y la Benito (al norte) y la calle Altagracia (al este). Todos, hombres, mujeres, niños y ancianos.

Son vecinos de los chinos, pero hasta ellos no llegan las ideas, ni los confesos frustrados, ni los genios de la nueva urbanística excluyente, que prohíbe y expulsa, pero no suma ni agradece.

Los chinos blindan… y despiertan celos (no ceros). Si los haitianos despiertan, blindados de humillaciones históricas, como los chinos, brindarán otra cara de su vida que fuera de esos barrios se muestra del interés de los blancos europeos que visitan más aquel país que este con todo y la estabilidad bancaria y los falsos blindados económicos…

Emilio Brea

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