miércoles, 28 de mayo de 2008

VOLVIENDO A CHINA por Daniel Joa

VOLVIENDO A CHINA
Por Daniel Joa
Pocos meses antes de morir, mi padre me confesó su deseo, siempre presente, de regresar a China una vez más. Había salido de China en 1955, recién casado y con un hijo, siendo un joven de 27 años, lleno de sueños e ideales; buscando mejorar su condición de vida.
China, en 1955, recién establecido el régimen comunista era un país pobre y fundamentalmente rural, que, a principios del Siglo XX era codiciado por muchas potencias mundiales.
Mi padre pudo establecerse en la República Dominicana. Años más tardes trajo a mi madre y a mi hermano mayor desde el Continente Asiático logrando reunir a la familia aquí en el país. Desde entonces, Santo Domingo sería su residencia permanentemente.
Pero esa permanencia física siempre estuvo condicionada por un perenne deseo de volver a esa China que lo vio nacer.
-"Trabajen duro" –decía siempre mi padre a mis hermanos y a mi.
-"Ustedes son chinos, y la vida siempre nos dará la oportunidad de volver a China para que conozcan sus raíces".
Como todo emigrante, mi padre siempre ansió regresar a su país de origen para reunirse con su familia, porque, en realidad, era una manera de decirles, tanto a sus parientes como a sus amigos y relacionados, que había tenido éxito en el exterior.
"Kam San", o "La Montaña de Oro" (como era llamado cualquier país extranjero hacia el cual el chino emigraba), verdaderamente no existía, pero en la mente de cada emigrante chino sí. Por este motivo, siempre regresaban a su tierra natal cargados de dádivas, regalos y cualquier otra muestra de su éxito en el extranjero.
Mi padre regresó a China en 1991, después de más de 30 años de trabajo ininterrumpido. Acompañado de mi madre, recorrió, como si fuese un turista, la tierra que lo vio nacer. Tres años después, moriría.
Yo, todavía no conozco a China. A raíz de la construcción del Barrio Chino de Santo Domingo, me he puesto a pensar en el deseo de mi padre y lo que significa para mí.
¿Qué significa volver a China? Para mí, un chino que me siento dominicano, nacido en la República Dominicana en el año de la Revolución Constitucionalista del 1965. Soy la primera generación de emigrantes chinos nacido en el exterior, la expresión "volver a China", resulta en cierto modo, una paradoja.
¿Cómo puedo decir que "vuelvo a China", si en realidad nací en la República Dominicana? ¿Cómo vuelve uno a lo que no conoce? Lo más sensato sería decir: "volveré al Ensanche Luperón", que fue donde pasé mi infancia. O por igual razonamiento: "volver al Flushing", que fue donde me forjé como individuo. "Volver a China", por lo tanto, se hace una añoranza de lo que nunca ha sido.
Para muchos dominico-chinos, China es un país que resulta mitológicamente remoto. Un país al que uno va conociendo poco a poco. En ráfagas esporádicas, como cuando conversamos con nuestros padres, abuelos, tíos, primos… Conversaciones casi siempre en idioma chino, el cual hemos aprendido de tantas veces escucharlo en casa, forjando y condicionando nuestra diversidad cultural, rica como ninguna. Para nosotros, los que nunca hemos tenido la suerte, placer o lujo de viajar a China, ese Continente que conocemos llega a través de fotografías, documentales de la BBC o de la Nacional Geographic; a través de los cuentos, las historias de nuestros familiares y amigos… Y este conocimiento, junto con el bombardeo cultural al que hemos sido sometidos en los colegios, universidades… converge en un sancocho dominico-chino-americanizado, con el cual hemos aprendido a vivir.
Inscrito en uno de los Portones del Barrio Chino de Santo Domingo, está la expresión: “SI HAI WEI JIA” Ésta, quiere decir, traducida por mí libremente, algo así como: "Desde los cuatro mares, volveremos siempre a casa".
El chino, y por ende, el emigrante, donde quiera que esté, siempre volverá a su casa. Con mi padre nunca tuve la oportunidad de estar en China. Sin embargo, no hay un día en que no sienta que debo "regresar" allí junto a él.
La educación y el énfasis en el aprendizaje del idioma chino, es algo que no tiene precio.
Trabajar duro, perseverando detrás de todo lo que uno quiere, crea un estoicismo frente a los golpes de la vida, que me han servido para crecer como ser humano.
El respeto a los mayores que me inculcaron mis padres y otras normas morales, son lecciones que la mayoría de nosotros, dominico-chinos, tenemos grabadas dentro de nuestra alma de manera indeleble. Es nuestra herencia cultural. Es nuestro proyecto de vida.
Agradecidos por esta rica dualidad, ahora reforzados por la unión de nuestros paisanos, es que "volvemos a China", todos los días.

Daniel Joa es colaborador de la Fundación Flor para Todos,
en Barrio Chino de Santo Domingo

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